El hogar y el catecismo le enseñaron a Juancho hacer el bien, así aprendió la convivencia humana donde “el prójimo” era su
hermano, “el vecino” su amigo, “su madre” la más grande bendición. Juancho no mentía, no
engañaba, no robaba, no jodía.
Su madre, Chepita, era una mujer chaparrita, chispita y jovial, vestía falda de manta, con caminar vaporoso,
cabello liso, de mirada inquieta,
lucía sus sandalias y con su pulcro delantal despachaba tamales sin
cesar.
Haciendo el bien Chepita le dijo
a Juancho: “Dando es como se recibe hijo”, llévale estos huevos a doña Celina,
ese achiote a doña Andrea y cuando regreses, llévale esa medida de café a tu
tío Chando, que vive solo y dile que es
café de las tres acabadas, ¿Cómo así
mamá? dijo Juancho, y le respondió mama Chepita: “acabado de tostar, acabado de moler y acabado de hacer mijo.” Juancho
bien mandado como milagro de Dios, así como llevaba y traía en su pueblo de
armonía.
Juancho creció haciendo bien y mientras crecía y crecía, a su pueblo llegó
un día una diáspora del mundo de otra raza que lo invadía, imponiendo a su tierra sus baratijas vender
con la intención de desplumar.- En la carrera
humana por llegar a mejor fortuna, Juancho perdió su mejor tesoro, “hacer bien, dar y servir sin ver a quién”
y así hizo familia y otras cosas aprendió y enseñó.
Un día, un tal Mustafa venido de esas tierras, al que le apodaban “El Turco”, se estableció muy cerca de la
casa de Chepita y Juancho en cierta ocasión visitó su Tienda en busca de un
pantalón para su Nandito de siete años,
que ya a Juancho le crecía.
EL Turco zalamero
lo hizo pasar y después de preguntarle le ofreció lo pedido por Juancho, ningún
pantalón le quedaba al niño. Juancho al
ver la poca oferta de la tienda con sus baratijas, estaba por retirarse en busca de otro almacén, cuando “El Turco” con su habilidad engañosa le
dijo: “Llévate este baisano, que le
queda un poco apretadito pero te lo dejaré más baratito, vale diez pesitos, te
lo dejo a cinquito aunque pierda un poquito, te lo llevas por la mitad del
precio, tú eres mi baisano y sales ganando, no me importa perder.”
Juancho dijo: “Esta es una ganga, me la llevo”, pidiendo al turco que se la
envolviera. En la primera lavada el pantalón encogió a la mitad y Juancho
enfadado, fue al Turco Mustafa a reclamar, quien esté le respondió con viveza: “Pero
baisano, no seas bruto, no es el pantalón que ha encogido, no vez que es tu niño es el que ha crecido en la semana”.- Juancho dijo: “En eso no había pensado baisano, tenes razón.”
Al día siguiente, Juancho vendió el pantalón a un vecino quien al día siguiente le reclamó por el mismo
pantalón y Juancho al “Estilo de Mustafa”
le respondió; “Querido baisano no es el
pantalón el que encogió es tu cipote que
creció, véndeselo a otro para que recuperes lo pagado.” INICIANDO LA CADENA DE CONTAMINACIÓN DEL
AVARO MUSTAFA.
Mientras la noble Chepita que todo lo veía y con el corazón lo razonaba,
cuando vio a Juancho y a Mustafa estafar, hincada en el altar rezó un “Padre Nuestro” al Dios del universo
para que la salvara de no contaminar.
POR: AUGUSTO HERNANDEZ ZAVALA
Y CARLOS AUGUSTO
HERNANDEZ ALVARADO
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