EN RECONSTRUCCIÓN

sábado, 6 de septiembre de 2014

EL VIEJO DE LA COCORA (CUENTO)


El valle está atravesado por un inmenso río de aguas achocolatadas donde abundan los peces y en los barrancos de su inmenso caudal, miles de agujeros sirven de guarida a  iguanas y garrobos que  dicen adiós  a las corrientes que discurren cantarinas hacia el mar.

Los aldeanos bajan  a la caza y pesca de aquellos manjares que Dios  ha prodigado y regresan  para departir entre las conversas de las tardes. Las tierras fértiles de aquella vega, están sembradas  de bananos de la Mamita que explota cuidadosamente para enviarlos al norte a cubrir los mercados de las grandes urbes.

En uno de esos pueblitos del valle de casas embarradas, pintadas de cal y techos de rojiza teja, caminos polvorientos de permanente tristeza,  nació un cipote al que le decían Pancho, dotado de una gracia en lo que  al relato de cuentos y perras se trata, gozaba de las admiración y cariño de la aldeanos. Sus cuentos y perras los relataba metiendo miedo a los que con atención  escuchaban  sus  expectantes fantasías, ese chigüín chorreado,  amulatado,  de ojillos picarescos y de  sonrisa apretada, generaba miedo a toda la barreada, que noche a noche se daba cita en el lugar acordado, aprovechando para con esto, hacer  sus propias diabluras con otros que le empujaban a esas aventuras.

En sus  historietas los personajes frecuentes eran; El  Diablo Cachudo Con Ojos De Fuego, El Hombre Sin Cabeza;  La Sucia De Tetas Largas Y Dientes Carcomidos Que Aparecía A La Orilla De De Las Quebradas Para Asustar A Los Enamorados, El Duende, El Hombre Chaparro Con Sombrero De Ala Ancha Que Conquistaba Cipotas, El Sisimite Con Las Patas Invertidas o Al Cadejo Negro y Los Personajes Pautados Con El Diablo Que Entregaban Vidas Para Salvarse Del  Infierno. Uno de sus cuentos favoritos era el de una especie de fantasma diabólico que le llamaba la Cócora, tanto impactaba su relato, que sus escuchas victimas del miedo, decían en algún momento  haber visto a la TEMIDA CÓCORA.

Cada  noche sucedía lo mismo,  a la misma hora y en el mismo lugar; allí estaba Pancho,  rodeado de su  público que disfrutaba de  sus  cuentos de miedo, el graznido de una lechuza o el aullido de los perros en las penumbras de la noche  los aprovechaba para aumentar el terror y poner  más asustados a los reunidos.

 Pancho paso de la aldea, a los bananales  y la suerte le favoreció, ya que sus padres  se emplearon en las fincas de Mamita y lo mandaron a  prepararse a la universidad del pueblo. Comenzó a escribir, hacerse un analista con síntomas de analisto,  pero siempre con olor a miedo,  miraba brujas y duendes por todos lados  que  escurrían en su mente quimeristica, se quedó en la gran urbe, donde estudio y habilidoso en su imaginación se hizo un lugar entre los sin letras, pero con pisto que habitan en la ciudad que supuestamente piensa pero donde sale todo mal.

 Con el tiempo el cuentista envejeció con sus escritos, nunca vio  en sus letras a presidente ni político bueno, arremetía con todos ya fueran de derecha, de izquierda o del centro. En sus artículos infundía miedo, porque siempre le chocaba que alguien pensara mejor que él. Un ciudadano preguntó: ¿Bueno y ese tal Pancho de que trabaja, si de noche y de día  escribe y escribe y siempre en sus escritos  mete miedo?, uno contesto: He oído decir  que esta pagado, otro dijo: Mas pienso que está apagado.-

Un día  invento una cócora política al estilo de su niñez, comenzó a decir que un jefe de estado nos quería vender, que nos comerían los niños, que perderíamos nuestras propiedades, que las instituciones se caerían, que el diablo saldría y con la cócora fornicaría a la democracia, así arremetió y arremetió, hasta que a un presidente  en calzoncillos  saco, los chafas al poder, él se regocijaba y seguía escribiendo enloquecido dándole rienda suelta a su turbada imaginación, como  si de un escape a su  frustración se tratara, ya que nunca había podido vivir de otra cosa sino, de escribir haciendo miedo para ser el centro de atención.

 Se burlaba  del derrocado y le rumbaba todos los días  porque creyó que el chichote  duraría poco  y que  pasaría rápido aprovechándose de la ceguera del pueblo, para que escucharan sus fantasías cocoristicas.

Pero pasó un año y  asombrado miraba al pueblo  reclamar al exiliado. En una mañana escribió, que Salvaran al Partido del supuesto héroe,  escribió con letras  temerosas y de pensamiento fantasmal,  víctima de sus propias  cócoras, como previendo el futuro de la destrucción de sus inventos.

El cuentista que hoy anciano y de niño utilizó los cuentos para amedrentar a los demás,  para tenerlos sumisos y que no salieran por las noches de sus casas, creando ambientes despejados para cometer  hechos que le daban ventaja junto a un pequeño grupo  a quienes les conseguía juguetes y chuchearías,  ahora al  final de sus días  dice cosas infernales, porque ya no sabe qué hacer para defender y beneficiarse del grupo que  lo sostiene trasmitiendo  miedos.

 Los que le conocen, aseguran que el  Viejo de la Cócora  temiendo un final en el infierno grita a solas, porque sueña con un SOMBRERO EMBIGOTADO  que le persigue y regresa enloquecido a la orilla del río que lo vio nacer y sentándose en una piedra, tira un sombrero a la corriente y arrancándose a solas uno a uno los  pocos  pelos que le quedan con sus mandíbulas apretadas murmura embrutecido diciéndole a los peces que le miran: No me tengan miedo, no se asusten, el agua no la estoy secando, ese sombrero es la cócora, yo simplemente soy un diluvio de maldad atrapado en mis  sueños de miedo.

POR.  AUGUSTO HERNANDEZ ZAVALA

CARLOS AUGUSTO HERNANDEZ ALVARADO
carlosaugusto69@yahoo.com

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