El valle está atravesado por un inmenso río de aguas achocolatadas donde
abundan los peces y en los barrancos de su inmenso caudal, miles de agujeros
sirven de guarida a iguanas y garrobos
que dicen adiós a las corrientes que discurren cantarinas
hacia el mar.
Los aldeanos bajan a la caza y pesca
de aquellos manjares que Dios ha
prodigado y regresan para departir entre
las conversas de las tardes. Las tierras fértiles de aquella vega, están
sembradas de bananos de la Mamita que
explota cuidadosamente para enviarlos al norte a cubrir los mercados de las
grandes urbes.
En uno de esos pueblitos del valle de casas embarradas, pintadas de cal y
techos de rojiza teja, caminos polvorientos de permanente tristeza, nació un cipote al que le decían Pancho,
dotado de una gracia en lo que al relato
de cuentos y perras se trata, gozaba de las admiración y cariño de la aldeanos.
Sus cuentos y perras los relataba metiendo miedo a los que con atención escuchaban
sus expectantes fantasías, ese
chigüín chorreado, amulatado, de ojillos picarescos y de sonrisa apretada, generaba miedo a toda la
barreada, que noche a noche se daba cita en el lugar acordado, aprovechando
para con esto, hacer sus propias
diabluras con otros que le empujaban a esas aventuras.
En sus historietas los personajes
frecuentes eran; El Diablo Cachudo Con
Ojos De Fuego, El Hombre Sin Cabeza; La
Sucia De Tetas Largas Y Dientes Carcomidos Que Aparecía A La Orilla De De Las
Quebradas Para Asustar A Los Enamorados, El Duende, El Hombre Chaparro Con
Sombrero De Ala Ancha Que Conquistaba Cipotas, El Sisimite Con Las Patas
Invertidas o Al Cadejo Negro y Los Personajes Pautados Con El Diablo Que
Entregaban Vidas Para Salvarse Del
Infierno. Uno de sus cuentos favoritos era el de una especie de fantasma
diabólico que le llamaba la Cócora, tanto impactaba su relato, que sus escuchas
victimas del miedo, decían en algún momento
haber visto a la TEMIDA CÓCORA.
Cada noche sucedía lo mismo, a la misma hora y en el mismo lugar; allí
estaba Pancho, rodeado de su público que disfrutaba de sus
cuentos de miedo, el graznido de una lechuza o el aullido de los perros
en las penumbras de la noche los
aprovechaba para aumentar el terror y poner
más asustados a los reunidos.
Pancho paso de la aldea, a los
bananales y la suerte le favoreció, ya
que sus padres se emplearon en las
fincas de Mamita y lo mandaron a prepararse
a la universidad del pueblo. Comenzó a escribir, hacerse un analista con
síntomas de analisto, pero siempre con
olor a miedo, miraba brujas y duendes
por todos lados que escurrían en su mente quimeristica, se quedó
en la gran urbe, donde estudio y habilidoso en su imaginación se hizo un lugar
entre los sin letras, pero con pisto que habitan en la ciudad que supuestamente
piensa pero donde sale todo mal.
Con el tiempo el cuentista envejeció
con sus escritos, nunca vio en sus
letras a presidente ni político bueno, arremetía con todos ya fueran de
derecha, de izquierda o del centro. En sus artículos infundía miedo, porque
siempre le chocaba que alguien pensara mejor que él. Un ciudadano preguntó: ¿Bueno
y ese tal Pancho de que trabaja, si de noche y de día escribe y escribe y siempre en sus escritos mete miedo?, uno contesto: He oído decir que esta pagado, otro dijo: Mas pienso que está
apagado.-
Un día invento una cócora política
al estilo de su niñez, comenzó a decir que un jefe de estado nos quería vender,
que nos comerían los niños, que perderíamos nuestras propiedades, que las
instituciones se caerían, que el diablo saldría y con la cócora fornicaría a la
democracia, así arremetió y arremetió, hasta que a un presidente en calzoncillos saco, los chafas al poder, él se regocijaba y
seguía escribiendo enloquecido dándole rienda suelta a su turbada imaginación,
como si de un escape a su frustración se tratara, ya que nunca había
podido vivir de otra cosa sino, de escribir haciendo miedo para ser el centro
de atención.
Se burlaba del derrocado y le rumbaba todos los
días porque creyó que el chichote duraría poco
y que pasaría rápido
aprovechándose de la ceguera del pueblo, para que escucharan sus fantasías
cocoristicas.
Pero pasó un año y asombrado miraba
al pueblo reclamar al exiliado. En una
mañana escribió, que Salvaran al Partido del supuesto héroe, escribió con letras temerosas y de pensamiento fantasmal, víctima de sus propias cócoras, como previendo el futuro de la
destrucción de sus inventos.
El cuentista que hoy anciano y de niño utilizó los cuentos para amedrentar
a los demás, para tenerlos sumisos y que
no salieran por las noches de sus casas, creando ambientes despejados para
cometer hechos que le daban ventaja
junto a un pequeño grupo a quienes les
conseguía juguetes y chuchearías, ahora
al final de sus días dice cosas infernales, porque ya no sabe qué
hacer para defender y beneficiarse del grupo que lo sostiene trasmitiendo miedos.
Los que le conocen, aseguran que
el Viejo de la Cócora temiendo un final en el infierno grita a
solas, porque sueña con un SOMBRERO
EMBIGOTADO que le persigue y regresa
enloquecido a la orilla del río que lo vio nacer y sentándose en una piedra,
tira un sombrero a la corriente y arrancándose a solas uno a uno los pocos
pelos que le quedan con sus mandíbulas apretadas murmura embrutecido
diciéndole a los peces que le miran: No me tengan miedo, no se asusten, el
agua no la estoy secando, ese sombrero es la cócora, yo simplemente soy un
diluvio de maldad atrapado en mis sueños
de miedo.
POR. AUGUSTO HERNANDEZ ZAVALA
CARLOS AUGUSTO HERNANDEZ ALVARADO
carlosaugusto69@yahoo.com
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