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EN RECONSTRUCCIÓN
sábado, 2 de abril de 2011
La situación es peor que la de Chernóbil por su alta densidad de población
El médico y jefe del departamento de Farmacología y Toxicología del Instituto de Investigaciones del CSIC de Barcelona y experto en neurotoxicología Eduard Rodríguez-Farré (Barcelona, 1941) es uno de los mayores expertos internacionales en radiaciones nucleares y autor de varios estudios sobre las consecuencias de la catástrofe nuclear de Chernóbil. Hemos contactado con él para tratar de arrojar un poco de luz sobre la crisis nuclear en Fukushima.
Desde el inicio de la crisis nuclear, tanto el Gobierno como Tepco han tratado de restar importancia a lo sucedido, pero los hechos les contradicen cada vez más. ¿Cuál es la situación?
El escenario actual sigue siendo confuso. Si tenemos en cuenta la evolución de los hechos, vemos que se dio una minimización del accidente, se decía que no se perdía radiactividad, cuando en realidad dos o tres días después ya se había detectado radiación en 17 marines de EEUU que resultaron contaminados a 100 kilómetros de distancia. Cada día había explosiones y decían que no pasaba nada. A día de hoy, la única información que recibimos provienen sobre todo del Servicio Meteorológico y Geofísico de Austria. Existe una red internacional que se estableció con el Tratado de No Proliferación de Armas Atómicas y está dotada de sistemas de detección sensibles a los que tienen acceso los organismos de seguridad nuclear de cada país. Austria decidió desde el primer día que iba a sacar la información a la luz y hay mapas que muestran cómo se va moviendo la nube radiactiva. En ellos se aprecia que la radiación ha recorrido dos tercios del planeta. En varios puntos Europa ya se han detectado trazas, aunque en una cantidad ínfima.
Por ahora, lo que parece es que no pueden controlar la radiactividad y que van a tener que acabar haciendo lo que hicieron los rusos, un sarcófago para cada reactor.
Cada vez se habla más de la posibilidad de que los habitantes de Fukushima no puedan volver nunca a sus casas, y usted dijo que lo de Japón es como un Chernóbil a cámara lenta. ¿Cuáles son los paralelismos?
Lo de la cámara lenta viene porque lo de Chernóbil ocurrió en muy poco tiempo: por el tipo de manipulación que estaban haciendo, la temperatura aumentó de tal forma que todo explotó de golpe. El caso de Fukushima ha sido mucho más lento. El problema es el mismo, que se ha perdido la refrigeración del reactor, por lo que aumenta la temperatura, llegando a fundirse parcialmente las barras de uranio. Ha habido explosiones día a día, pero no ha llegado a explotar todo junto.
¿Los niveles detectados en otros países son peligrosos?
Lo sabremos dentro de un tiempo. Dentro de la desgracia han tenido suerte, porque las condiciones meteorológicas son las que determinan dónde se va a depositar la radiactividad. Puede darse la paradoja de que haya menos radiactividad a 40 kilómetros que a 100. Si el viento la ha llevado hacia un lugar, y ha llovido, en ese lugar se depositará una gran cantidad de radiactividad. Por eso no podemos considerar que cuanto más lejos estemos habrá menos problemas. Es evidente que la zona de la central está ultracontaminada, pero a partir de 40 o 50 kilómetros, todo dependerá de las condiciones. Al principio, la radiación fue hacia el interior de Honshu, la isla más habitada de Japón (viven 90 millones de personas en una superficie de 300.000 kilómetros cuadrados), y ahí van a quedar muchos lugares contaminados.
Su suerte ha sido que la mayor parte del tiempo el viento ha ido hacia el este, donde se ha ido diseminando. Si hubiese ido hacia la dirección contraria, hubiera seguido extendiéndose aún en mayor medida a otros países como Corea, China...
El Gobierno ha tomado medidas como el establecimiento de un radio de seguridad o las limitaciones al consumo de ciertos productos. ¿Son suficientes?
Sobre este tema hay muchas discusiones. Yo siempre pongo un ejemplo: Japón ha establecido un radio de seguridad de 20 kilómetros, y EEUU recomendó hace ya bastantes días a todos sus ciudadanos que no se acercaran a más de 80 kilómetros, y los últimos días, habla de 90 millas, unos 150 kilómetros. Y por otro lado, recomendaban salir de Tokio a todo aquel estadounidense que no tenga nada que hacer. Porque el agua se está contaminando y la contaminación está pasando a la alimentación. Ante esto, ¿qué se puede hacer?
Tienen un país relativamente pequeño y con una alta densidad de población, por lo que las medidas que se toman siempre se quedan cortas. Para mí, la situación es peor que la de Chernóbil, porque en ese sentido, como diríamos, amplias eran las Rusias. Chernóbil está cerca del norte de Ucrania y al lado está Bielorrusia, pero la superficie es enorme y la densidad de población no es muy grande. Allí, a la hora de evacuar, se metían en trenes y autocares y se alejaban 300 kilómetros, aunque fuera a campos provisionales. Pero, en Japón, ¿dónde van?
¿Cuáles son las consecuencias de la radiación a la que están expuesta la población?
Hay muchos datos, pero muy contradictorios. En la central, si se permanece unas horas, es mortal. Las dosis que hay en un área de 30 kilómetros son muy muy altas, como para tener efectos en poco tiempo, porque las consecuencias son diferidas, no momentáneas. Además, no hay un mapa muy claro que especifique cuál es el nivel de radiación en cada sitio.
Dicen que los peores efectos se conocerán a largo plazo...
Sí, a medio y a largo plazo. Cuando decimos medio plazo, hablamos de cinco años, y es algo que pasa en Chernóbil y en el centro de Europa. En la antigua Checoslovaquia, donde se realizaron buenas mediciones, los cánceres de tiroides se multiplicaron por diez en los primeros cinco años.
Las leucemias también pueden incrementar en esos cinco años, un plazo que en radiobiología es relativamente corto, porque los efectos son diferidos. En los primeros meses o años pueden aparecer efectos inmunitarios, por lo que puede desarrollarse cierta propensión a adquirir infecciones, problemas hormonales, problemas de crecimiento en niños... Hay efectos que incluso podrían tardar más de 10 o 20 años en aparecer.
Lo sucedido ha reabierto el debate entorno a la energía nuclear en buena parte del planeta. También en el Estado español y sobre todo se ha hablado de la planta de Garoña. ¿Qué le parece que ayer el Gobierno ratificara su intención de mantenerla abierta hasta 2013?
Ya sabíamos que el Gobierno había adoptado la postura de imitar el modelo de otros lugares como Alemania. El negocio de las nucleares consiste en alargar su vida, no en hacer nuevas, porque es carísimo.
Como decía en uno de sus artículos [Juan Manuel] Eguiagaray, ex ministro de Felipe González, si hubo una moratoria no fue por razones ecológicas ni de salud. Fue por motivos económicos, porque les estaba llevando a un endeudamiento brutal. Entonces, el interés de la industria nuclear y de las empresas eléctricas es mantener viva una cosa que ya la tienen amortizada, porque les sale un negocio redondo.
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