por Alejandro Marín
Cárceles y Readaptación Social en Venezuela
La reinserción de un individuo a la sociedad, como suelen llamarle los teóricos al acto de liberación luego de un proceso penal en el cual se priva de la libertad al individuo, no siempre es un fenómeno positivo o propositivo dado que las cárceles son auténticas universidades de la delincuencia y facilitan la interconexión entre bandas de delincuentes y mafias. Sin embargo, en Venezuela existe una forma de albergue comunitario que jurídicamente es una cárcel y arquitectónicamente no lo es. Se llaman "Centros de Tratamiento Comunitario" (CTC) y son una novedad en el mismo sistema penal venezolano. Hay una muy otra forma de trato cabalmente humanizado hacia el penado. Un respeto profundo hacia el concepto de ser humano y hacia el ser humano mismo. Ellos cumplen una condena, sin duda, sólo que se les va dando la oportunidad de trabajar al lado de una comunidad. ¿es posible semejante aberración sistémica? Sin duda da tela de donde cortar para el debate sobre los derechos humanos, hasta dónde la civilización occidental concibe al humano como tal, y sobre todo la redefinición en la práxis del concepto de sanción o castigo hacia el disocial o delincuente. Es de esperarse que habrá muchos errores y omisiones durante la puesta en marcha de tal proyecto pero la inovación es innegable y el intento es indudablemente legítimo y socialmente necesario. ¿Lo merecerá el penado? Sólo en la medida en que es la sociedad quien se merece un nuevo trato hacia sí misma. La arista carcelaria es hoy una de las expresiones más arcaicas y anquilosadamente bestiales de la condición humana contemporánea. Un modo de corrección y castigo retrógrado que hunde más las contradicciones sociales hasta sobrepasar los límites de lo ético insistiendo en cada sansión y encierro que lo humano es tambien inhumano.
Para hacerse acreedor a este beneficio penal de ser parte de un CTC, entre otros beneficios a elegir, el recluso debe cumplir dos terceras partes de su condena en el penal asignado y haber demostrado una conducta "buena", es decir, no debe acumular reportes, su expediente debe estar limpio. El resto de su condena la cumplirá en un CTC.
En estos centros el penado tiene derecho a salir a la calle a donde le de la gana con el condicionante de regresar para pernoctar dentro del centro. Existen alrededor de 30 o 40 centros como estos en todo el país, la primera meta es llegar a cien. Cada uno mantiene condiciones diferentes según la comunidad y el sitio geográfico en donde se hubican.
Tienen un aula de actividades culturales. Ahí mantienen clases con personal de la Universidad Rómulo Gallegos, institución contigua al CTC. A esta aula fue a la que llegué primero pues tenían un ensayo musical los integrantes de la orquesta de gaitas del CTC "Ezequiel Zamora". El promotor cultural y coordinador de todas las actividades artísticas es Simón, quien empezó siendo cartero en el mismo Centro y se le ha dado la oportunidad de desarrollarse y desarrollar el Centro. Es uno de los administrativos más queridos, si no es el que más, por parte de los reclusos. Fue a él a quien se le ocurrió la idea de realizar un concierto de gaitas (música tradicional decembrina venezolana) conjuntamente entre la orquesta del CTC, la Orquesta Típica de San Juan de Los Morros (integrada por niños y jóvenes), profesores de música de la Universidad, invitados especiales como Keudy López, y alguno que otro agregado como yo. Asistí a los ensayos y tuve la oportunidad de ser integrado a la orquesta participando con la guitarra. La Orquesta del CTC está integrada por admnistrativos y penados. El Coordinador de Cultura, el chofer del CTC, el excoordinador Nacional de Actividades Culturales y los penados con diferentes años de condena. Teclado, bajo eléctrico, cuatros tradicionales, tumbadoras, tambores, ferruco, maracas, güiro, charrasca, guitarras y voces.


Charle un poco con un recluso de origen italiano y él prefiere estar preso acá que en su patria. De ser adicto y transportar droga de un país a otro acá se convirtió al cristianismo, luego del encierro. Venezuela lo tranformó, trabaja para la comunidad tomado de la mano de Cristo, según comentó.
Probé un dulce llamado "aliados" o "ruscano" hecho a base de pata de res. Una de las trabajadoras administrativas del lugar me lo ofreció. Tiene la apariencia de un trozo de queso-crema, así, de color blanco y desmoronoso, sabor ligeramente dulce y consistencia como del mazapan mexicano. Sabroso. También probé una pasta oscura llanera-campesina llamada "chimóo", hecha a base de tabaco. Esa me la ofreció un recluso y también un custodio que admira profundamente a Vicente Fernandez. El chimóo contiene diferentes especias, gengibre entre otras, y puede estar macerada con ron. La consumen los campesinos cuando hace mucho frío y cuando realizan trabajos forzados. No es considerada una droga ni es ilícita. Mantiene todo un misticismo el probarla. Cualquier adulto puede consumir chimóo, es costumbre llanera y campesina tomar con los dedos una pizca de esta pasta y colocársela en el paladar. Se disuelve con la saliba. Dicha saliba no debe ser tragada pues genera vómitos y diarreas, malestar general, mareos, cuerpo cortado, e incluso puede llevar al Hospital al afectado. Simplemente se saliba y se escupe continuamente. Tanto los penados como los custodios me previnieron insistentemente de no tragarme la saliba. Efectivamente me quitó el frío. Si consumes demasiado, aún sin tragarte la saliba puede provocarte mareos. Compartir una breve charla con los que cumplen su condena, así de ese modo, es algo enriquecedor aunque no deja ser extraño ya que en mi país eso es imposible de vivir. Sin duda es un choque cultural, un madrazo a lo que uno cree que son los presos. Que una sociedad le de esa oportunidad a quién infringió sus propios códigos legales nos habla de un replanteamiento del Ser Humano en su totalidad. Una sociedad así, es una sociedad que se está transformando. A los países vecinos más nos vale aprender de eso. En mi país el que cae en la carcel ya se chingó y sólo algunos, los más adinerados, los millonarios políticos y empresarios con palanca pueden pagar su libertad para seguir delinquiendo a diestra y siniestra. Eso enferma a la sociedad en su conjunto.





Me rifé unas rolitas troveras con el Keudy para cerrar el evento, dos canciones que Keudy enmarcó dentro del proceso penitenciario como para el antes ("y nada más") y para el después ("historia de las sillas", ambas de Silvio Rodriguez). El después evidentemente se refiere al después de haber comenzado el proceso bolivariano.
Llegaron algunos funcionarios del sistema penitenciario, y no faltaron las tradicionales manías latinoamericanas de querer quedar bien con el patrón. La diferencia con México quizá radique, para este caso, en que además de querer quedar bien con el patrón, los administrativos del CTC también procuraron quedar bien con la comunidad que participó y que asistió. El evento retrasó su comienzo algunas horas por esperar a que la jefa llegara.

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