por Alejandro Marín
Hasta ahora he concocido ya algunas partes de Caracas, Santa Mónica que queda en la zona sur, Sabana Grande un corredor festivo y pachanguero en la zona centro (es una amalgama de la zona rosa con Garibaldi en Cd de México sin mariachis pero con salseros y hip-hoperos, en este corredor tambien hay mimos como los del Centro de Coyoacán pero yo diría más lanzados hacia temas sexuales que en México.
Conocí un poco de la zona del este de la metrópoli, esa es una zona más comercial y fresa, casi tipo polanco, satélite o la zona fresa de Sta Fe en Cd de México, acá les llaman sifrinos. Ahi hay un centro comercial por todos conocido que parece el metro de la ciudad de México en hora pico. La cantidad de afluencia de gente es abrumadora. Todos corren a comprar celulares, ropa, tenis, electrodomésticos, fast food, y cuanta madre de boutique. Las filas de los bancos son como las colas de las tortillas, todos los transeúntes bien vestidos y peinados, aquí no hay tribus pandrosas como en México, o no las he visto. Tacones altísimos y escotes al por mayor que en México sólo se llagan a ver en las playas de moda. Cabezas teñidas quizá tanto o más que en México DF. Desde las más pequeñas de doce o diez años hasta las de la tercera edad. Nadie puede quedarse atrás, "la belleza ante todo" proclama un refrán popular caraqueño. Aquí hay una pandemia del gen quirurgico del ceno hiperdesarrollado. Incluso los maniquíes la padecen.
Esta metrópoli contrasta consigo misma cuando uno se dirige hacia Los Teques que aunque pertenecen al Estado Miranda, siguen siendo parte de la misma mancha urbana en su gradiente social hacia la marginación periférica. Esta zona también mantiene su gran centro comercial (tipo Sta Fe en Cd de México) y al lado en las pendientes del monte el cúmulo desarreglado de casas irregularmente urbanizadas con techos de lámina y en vez de calles tienen escaleras angostísimas que sólo el lugareño puede decifrar para entrar en ellas y llegar a algún sitio. Aquí adentro es otro planeta. Pareciera muy otro país. Luego de la sozobra viene la amistad e inesperadamente el malandro se vuelve el más cálido anfitrión. El pueblo se reconoce a sí mismo. La hospitalidad y la amistad desinteresada, el compartir una cerveza y unas arepas cocinadas de la manos de esta tierra que se llama resistencia y que se llama lucha cotidiana para ganar el pan de cada día. Los chamacos, los chiquillos, tremendas cabecillas audaces genios del ajedrez, sonrisas translúcidas en medio de la adversidad, sus padres mostruos de mil cabezas que se quiebran una a una para no desistir. Rostros despeinados que les da por mantener la sonrisa y enseñarle al extranjero que no todo está perdido, aún hay quien viene a ofrecer el corazón. Ellos sin ser fanáticos del chavismo, saben que el pueblo históricamente jodido ha vivido mejor a últimas fechas. A partir de Chávez más específicamente. No niegan las tranzas de los políticos de todos los colores y no reparan en dar detalles de cada uno. Saben que hay mucho por hacer y saben que la gran parte de ello está en sus manos más que en sus votos.
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