EN RECONSTRUCCIÓN

martes, 8 de noviembre de 2011

¿Por qué definir una postura? Por Sam Fouilloux

Recomiendo leer la cita de Bertolt Brecht sobre el Analfabeto Político pues, como él ya lo dijo, no hay peor analfabeto que ese. Si algo ha condenado al pueblo de México a la miseria y a la sumisión es, sin duda, el desinterés de diversos sectores de la sociedad con respecto a la actualidad de la nación.

Egipto lo hace, Chile lo hace, España lo hace y hasta Estados Unidos, entre otros, lo hace. En todas partes del mundo surgen inconformes con el status quo que logran articular acciones, de acuerdo a sus características culturales y al grado de su indignación, que amenazan la permanencia de los gobiernos voraces, autoritarios y en flagrante decadencia.

En muchos países alrededor del mundo, a manera de prueba y esperanza de que otro mundo sí es posible, hemos visto superadas, aunque fuera momentáneamente, las eternas y nefastas diferencias entre las clases sociales, entre las razas, entre las diversas edades y entre los sexos, por mencionar algunas, para dar paso a la organización y unión necesarios para generar movimientos que pretenden disminuir las desigualdades de cada región.

En México, sin embargo, a contracorriente siempre de la tendencia, no podemos hallar una causa que, a pesar de que el pueblo ha vivido durante mucho tiempo en constante indignación, nos cohesione y nos lleve a protestar para que el saqueo y el exterminio terminen en el país.

Es lamentable que en un país donde hay altos niveles de pobreza y de desempleo, donde los jóvenes no tienen opciones, donde ahora, además, hay que temer por la vida debido a las consecuencias que ha tenido la mal llamada “guerra contra el narco”, sigamos escuchando constantemente, a manera de excusa por su indiferencia e inacción, la perorata absurda de los que se dicen apolíticos.

No hay que ser ingenuos ni dejarnos contaminar por esta falacia. Todo discurso y toda acción son políticos, aunque se alegue lo contrario.

Como está el país, no podemos seguir validando este argumento que pretende que no tomemos partido, como si la “imparcialidad” de dicha postura no fuera sólo una forma más de legitimar y apoyar a un gobierno espurio, sanguinario e indolente que nos ha llevado al borde del caos.

En los recientes días me ha asombrado mucho la respuesta que han tenido convocatorias importadas como las de Occupy cualquier cosa, pues a pesar de que la concurrencia no ha sido numerosa, se puede observar inmediatamente la influencia extranjera en un movimiento que aún no tiene objetivos concretos y que se dice también completamente apolítico. ¿A dónde se dirige un movimiento cuya sola meta es protestar por protestar?

No hay que hacer de la protesta social una moda y definamos claramente nuestra postura; independientemente de que para varios de los “indignados” u “ocupantes” mexicanos es la primera vez que participan en algo así, hay que concientizarlos sobre el estado del país antes de estos movimientos mundiales y de la luchas que se han venido dando a raíz del fraude electoral en 2006, del cierre del SME y del incendio en la Guardería ABC en el 2009, del cierre de Mexicana de Aviación el año pasado, de los feminicidios en Juárez, etc., y erradiquemos el engaño de que se pueden mejorar las cosas manteniéndose, supuestamente, al margen de la política.

Al final, si hacemos un recuento de las infamias que ha padecido el pueblo de México en las últimas décadas, veremos que, del mundo, somos no los más indignados, sino los más enfurecidos. Unámonos y definámonos.

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