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EN RECONSTRUCCIÓN
martes, 22 de febrero de 2011
Irán y América Latina: Ni Amigos ni Enemigos: Intereses
En diciembre de 2009, el Instituto de Investigación Latin Business Chronicle sacó a la luz un fenómeno que había pasado desapercibido en la mayoría de los medios. De 1997 a 2008, el comercio entre Teherán y América Latina se había triplicado, hasta alcanzar los 2.900 millones de dólares; una suma considerable para los flujos comerciales casi inexistentes antes de la llegada al poder de Mahmud Ahmadinajad, el 3 de agosto de 2005.
En 2004, el comercio bilateral entre Irán y Venezuela superaba apenas el millón de dólares; pero dos años más tarde se acercaba a los 51 millones. Mientras tanto, Irán multiplicó las áreas de producción en el país caribeño: bicicletas, tractores, autos, cemento. Dado que Caracas sufre de una falta crónica de saber hacer y de tecnología, Teherán lo acompaña en sus esfuerzos de industrialización, especialmente en el procesamiento de la leche y la producción petroquímica. Aunque, a causa de la crisis internacional, el comercio entre ambos países registró una caída del 33,8% en 2009, Caracas y Teherán acordaron ese mismo año crear un banco de desarrollo en común y firmaron cerca de 70 nuevos convenios de cooperación (de un total de 300). Después de todo, los dos países unían ya sus esfuerzos en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) para revaluar la cotización del hidrocarburo, cuya renta financia sus respectivos programas sociales. Un símbolo del acercamiento entre ambos países son los vuelos semanales que, desde 2007, aseguran el vínculo entre ambas capitales.
A partir de la cabeza de puente venezolana, la penetración iraní en América Latina se intensificó. Entre 2007 y 2008, Ecuador escaló del séptimo al tercer lugar de los socios comerciales iraníes en la región (por detrás de Brasil y Argentina). Mientras las importaciones ecuatorianas pasaron de 0,01 millón de dólares a 168,2 millones de dólares en un año, Quito se convirtió, en 2008, en el primer mercado para los productos iraníes en América Latina (1). Pero Irán no se contenta con vender: promete invertir abundantemente, especialmente en los sectores de la energía hidroeléctrica y en la petroquímica. Entusiasta, durante su visita a Teherán en diciembre de 2008, el presidente ecuatoriano Rafael Correa firmó más de 25 acuerdos bilaterales que se suponía acercaban un poco más a ambas economías. Pero con la caída del 91,7% de su comercio con Irán en 2009, Ecuador ya no ocupa más que el cuarto lugar entre los socios comerciales de Teherán en América Latina, detrás de Venezuela. Pero este pequeño país sigue siempre antes de México (el sexto).
En América Central, con mil millones de dólares de inversiones anunciadas, Irán va a construir el puerto de aguas profundas que le falta a Nicaragua, al mismo tiempo que le presta al país los fondos necesarios para la construcción de una central de generación de energía hidroeléctrica. En Bolivia, Teherán ofrece ayudar a optimizar la explotación del gas natural. También podría participar en las investigaciones preliminares relativas a los vastos recursos de litio (2) del país andino.
Pero, por el momento, el 94% de los intercambios entre Irán y América Latina –2.400 millones de dólares en total en 2009– pasaron por Argentina y Brasil (3). Brasil –un mercado de 200 millones de personas y una economía que representa un tercio del Producto Interno Bruto (PIB) regional– es, por otra parte, uno de los pocos países en los que el comercio con Teherán siguió creciendo en 2009 (+4%, después de +80% en 2008), hasta alcanzar 1.927 millones de dólares. Pero todavía es demasiado poco: durante la visita del presidente iraní a Brasilia, Ahmadinajad y Lula da Silva se comprometieron a llevar su intercambio a 10.000 millones de dólares de aquí a 2014, gracias “a los esfuerzos de los empresarios de ambos países” (4).
Sin embargo, es en las cancillerías donde a este vals de dólares se le pone música. Chávez realizó nueve visitas a Teherán, donde también recibieron a Correa, Lula da Silva, Evo Morales y Daniel Ortega –respectivamente, presidentes de Ecuador, Brasil, Bolivia y Nicaragua–, todos los cuales devolvieron la cortesía a su huésped. Además de las embajadas existentes en Argentina, Brasil, Cuba, México y Venezuela, Ahmadinajad abrió otras nuevas en Bolivia, Chile, Colombia, Nicaragua y Uruguay. Por su parte, Bolivia eligió desplazar su única embajada en Medio Oriente de El Cairo a Teherán.
Washington amenaza
Es innecesario aclarar que a Washington esta actividad le preocupa. El 11 de diciembre de 2009, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, advirtió que cualquier acercamiento con Irán era “una muy mala idea”, ya que Teherán “sostiene, promueve y exporta el terrorismo”. Clinton advertía a sus anónimos interlocutores: “Si hay gente que desea flirtear con Irán, haría bien en pensar en las consecuencias. Estados Unidos espera que lo piensen dos veces”. Ahmadinajad, por su parte, no quiere ver en este acercamiento más que los frutos de una sana fraternidad: “Con los amigos nuestras relaciones no tienen ningún límite”, resumía el 24 de septiembre de 2009.
Pero, si se trata de amistad, es de aquella de cuya naturaleza habla la vieja sentencia: “Los enemigos de mis enemigos son mis amigos”. Que cada uno juzgue. En 2002, Chávez sufrió un golpe de Estado apadrinado por Washington. En 2009, Correa se ganó la ira de la Casa Blanca cuando decidió no renovar la concesión de la base militar de Manta (en suelo de su país), que vencía el 18 de septiembre de 2009. El 5 de agosto de 2010 el presidente boliviano pensaba que Estados Unidos “buscaba pretextos como el terrorismo y el narcotráfico” para intervenir en América Latina, al mismo tiempo que señalaba que “el objetivo central de esta intromisión consiste en poner su mano sobre nuestros recursos naturales” (5). La política de los gobiernos latinoamericanos de izquierda, dirigida a reducir el dominio económico de las multinacionales –y llegado el caso, a expulsarlas– y a defender la soberanía nacional en el ámbito de los recursos naturales, irrita a Estados Unidos. Teherán, por su lado, no ignora que, como lo reconocía el almirante Michael Mullen el 1 de agosto de 2010, Estados Unidos dispone de un plan de ataque contra Irán (6), país que posee la tercera reserva comprobada de petróleo en el mundo.
En estas condiciones, la amenaza de represalias estadounidenses pesa probablemente poco en la política extranjera de dirigentes que, según Chávez, se ven a sí mismos como “gladiadores antiimperialistas”, como “camaradas de armas en la lucha”. Ahmadinajad, por su lado, revelaba irónicamente, en junio de 2009, la lógica que subyace a su política exterior: “Mientras los países occidentales tratan de aislarnos, nosotros fuimos a buscar el apoyo del patio trasero estadounidense” (7).
Estados Unidos ha reactivado la Cuarta Flota, que surca las aguas atlánticas de América Latina. Dispone de múltiples bases militares, tanto en América Latina como en la frontera de Irán. Caracas toma nota y elige extender sus programas de cooperación militar con Teherán, especialmente en la formación de personal y en la producción de municiones. En abril de 2009, el ministro de Defensa iraní, Mustafa Mohammed-Najjar, se comprometió a “ofrecer todo su apoyo para el desarrollo de la capacidad militar venezolana en el marco de acuerdos de defensa mutua” (8). Es cierto que esta cooperación se explica –también– por el rechazo de Estados Unidos a vender armas a Venezuela, pero Bill Samii, investigador en el Centro para el Análisis Naval de Virginia, piensa sin embargo que “Irán trata de restablecer el equilibrio geopolítico con Estados Unidos”, una manera de decir: “Nosotros también podemos maniobrar en vuestro rincón del mundo” (9).
La solidaridad “antiimperialista” no se limita al ámbito militar. También consiste en denunciar, entre sus aliados, las “maniobras” que cada uno teme para sí. Así los intentos de desestabilización durante procesos electorales considerados “cuestionados”. Probablemente es la lógica que condujo a Brasil, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y Venezuela –donde los observadores internacionales saludaron siempre la transparencia de los escrutinios– a dar su apoyo incondicional a Ahmadinajad durante la elección presidencial de junio de 2009, elección fuertemente criticada por Estados Unidos. Chávez no dudó en denunciar una operación de la CIA… sin estar en condiciones de aportar la prueba. Intercambio de buenos oficios: expuestas a las fanfarronadas de la Casa Blanca y reprendidas por sus respectivas oposiciones –con frecuencia alineadas con Washington–, las izquierdas latinoamericanas pudieron felicitarse, junto con Correa, el 7 de marzo de 2009, de que Irán les “mostrara mucha simpatía y empatía” (10).
Menos radical, Lula da Silva atemperó los ardores “antiimperialistas” de su campo de acción. Pudo así jactarse de entenderse tan bien con George W. Bush como con Chávez. Sin embargo, no se le ha escapado que Estados Unidos cedió su lugar de principal socio comercial de Brasil a… China. Fuerte, con un crecimiento importante, Brasilia trata hoy de hacerse oír en el concierto de las naciones. Rompiendo con la lógica propia del circuito “Elizabeth Arden” de la diplomacia tradicional brasileña (que sólo se interesaba en Roma, París, Londres y Washington), Lula procuró apoyar a los países del Sur para obtener el reconocimiento internacional (y un lugar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas) que desea para su país. Esto debía necesariamente pasar por la demostración de la capacidad de Brasil para enfrentar al Norte.
Es lo que hizo en mayo de 2010 cuando –con el apoyo del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan– propuso una alternativa a las sanciones de Naciones Unidas contra Irán: un acuerdo de intercambio de combustibles. En ese momento, el jefe de la Organización de la Energía Atómica iraní, Ali Akbar Salehi, también vicepresidente del país, pensó que, por primera vez, los países occidentales se habían tenido que rendir ante la evidencia de que “los países emergentes pueden defender sus derechos en la escena internacional sin necesidad de las grandes potencias”, antes de concluir: “Es duro para ellas aceptarlo” (11).
Elogio de los autos iraníes
Aunque la operación terminó en un fracaso, porque Brasil finalmente ratificó las sanciones decididas por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas contra Irán, el 10 de agosto de 2010. Según sus defensores, esta propuesta no dejaba de ofrecer la perspectiva de una diplomacia internacional menos sometida a Washington, afirmando el derecho de toda nación a implementar su programa nuclear civil. Derecho que Chávez y Lula da Silva reivindican para sus respectivos países. Sin duda –y Clinton lo formula explícitamente–, semejante solidaridad geopolítica tiene pocas posibilidades de traducirse en un apoyo económico por parte de Washington. Según el presidente Correa, “una política exterior coherente” con su ruptura con Estados Unidos debe tratar de “abrir nuevos mercados, nuevos contactos, establecer relaciones con países [que ven los procesos latinoamericanos] con simpatía” (12). Sería entonces la “coherencia” de esta nueva asociación geopolítica lo que explicaría el crecimiento del comercio entre Irán y América Latina señalado más arriba, según el primer vicepresidente iraní, Parviz Davoudi, quien dijo: “Las economías de Irán y América Latina pueden reforzarse mutuamente” (13).
Sin embargo, algunos, como el candidato a la presidencia iraní Mir- Hossein Moussavi, se sorprenden de que “en lugar de invertir en los países vecinos de Irán, el gobierno pasó su tiempo en enviar dinero a los países de América Latina” (14). Tal vez ellos ignoran que las inversiones de Irán en América Latina le permiten sostener su propia economía, especialmente los sectores industriales desarrollados de manera autónoma y a pesar de las sanciones económicas de que sufre Teherán: aviación, explotación petrolera y gasífera, producción automotriz, etc. En este último ámbito, Ahmadinajad encontró en la persona de Chávez un publicitario sin par. Alabando los méritos del Centauro, un modelo de automóvil iraní vendido y producido en Venezuela, explicaba recientemente: “Es un vehículo de gran calidad y buen precio. (…) Cuesta cerca de 76.000 bolívares. Si usted busca un modelo equivalente, por ejemplo, el Toyota Corolla, no se lo venden por menos de 162.000 bolívares. ¿Ven la diferencia? ¡Más del doble!” (15). Sin estar seguro de poder contar con otro publicista tan talentoso –pero, sin embargo, penetrado por la necesidad de “diversificar sus mercados”– el director de la Sociedad Comercial de Petroquímica iraní, Reza Hamzehlou, se regocijaba el 18 de octubre de 2010 por haber encontrado dos nuevos clientes potenciales: Brasil y Argentina (16).
Sobre la base de esta constatación, podría encontrarse muy natural que Irán disponga del estatus de observador (17) en el seno de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) que reúne, entre otros, a Bolivia, Ecuador y Venezuela. Sin embargo, el ALBA no se limita a la complementariedad diplomática y económica. Desde su creación, se ha afanado por defender un proyecto político de emancipación social de una rara radicalidad. Tal vez sea en este ámbito donde la asociación con Irán engendre las contradicciones más agudas, de las cuales no duda en aprovecharse la derecha latinoamericana.
Puntos de conflicto
El 25 de noviembre de 2009, durante una visita de Ahmadinajad a Caracas, representantes de la oposición, reunidos en la Coordinación de la Unión Democrática, organizaron una manifestación: “Exigimos el respeto de todos los seres humanos, de las mujeres iraníes y venezolanas, así como de toda la humanidad” recitaban a coro, antes de agregar: “Aquí nosotros creemos en la democracia y en la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres” (18). ¿Una paradoja? Porque nunca, en Venezuela, se realizaron tantos progresos en este ámbito como desde la llegada de Chávez al poder.
La Constitución de 1999 reconoce, por primera vez, el trabajo de las mujeres en el hogar, previendo su remuneración. El texto denuncia la discriminación y el acoso sexual al mismo tiempo que garantiza la igualdad hombre-mujer en los lugares de trabajo. Por otra parte, actualmente se está discutiendo un proyecto de ley que autorizaría el aborto hasta las 12 semanas, una medida que la administración de Chávez no ha logrado todavía hacer aprobar.
Brasil no forma parte del ALBA; sin embargo, importantes progresos se han registrado en el ámbito del derecho de las mujeres en estos últimos años, aun cuando la campaña para las elecciones presidenciales demostró que la sociedad y la clase política brasileñas siguen oponiéndose fuertemente al derecho al aborto. En 2004, una ley obligaba a los partidos políticos a presentar un 30% de mujeres en las listas electorales. Por otra parte, la ley brasileña no establece distinciones entre hombres y mujeres. Lo que no es el caso de Irán que, contrariamente a América Latina, parece retroceder en ese frente.
Teherán desea permitir que los hombres se unan a varias esposas, sin prever extender tal opción… a las mujeres. La Morality Police (política de moralidad) del régimen iraní detiene y maltrata a mujeres jóvenes que no han cometido otro delito que pasearse en público con su novio. Cuando centenas de personas se reúnen para celebrar el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, agentes de policía –en uniforme y de civil– reprimen a la multitud con golpes de sus porras.
Contrariamente al estereotipo según el cual América Latina sigue estando culturalmente impregnada de machismo y de homofobia, la región ha realizado importantes progresos en ese ámbito. Aunque los homosexuales siguen sufriendo de discriminación en Brasil, el país figura entre los más tolerantes de América Latina. San Pablo organiza un “desfile gay”, el más importante del mundo, que atrae a millones de participantes todos los años. Algunos Estados autorizan los matrimonios homosexuales, que tanto defiende la Presidenta electa del país, Dilma Rousseff, y su principal competidor en las recientes elecciones presidenciales, José Serra. En 2008 Uruguay, y luego Ecuador, autorizaron las uniones civiles entre homosexuales.
Incluso Cuba –donde hasta hace poco no era raro que los homosexuales fueran detenidos, encarcelados o víctimas de discriminaciones diversas–, progresa de a poco. Mariela Castro, la hija del presidente Raúl Castro, que dirige el Centro Nacional para la Educación Sexual, considera que “la identidad y la orientación sexual constituyen un derecho humano” (19) y reivindica el apoyo de su padre. Sin embargo, se vio obligada a renunciar a su promesa de hacer legalizar las uniones homosexuales a causa de la oposición de la Iglesia Católica y de una parte del gobierno.
Fue Argentina el país que, en julio de 2010, se convirtió en el primer país latinoamericano en autorizar el matrimonio de personas del mismo sexo. Ante la oposición de la Iglesia Católica, la Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, no dudó en apoyar la Ley de Matrimonio Igualitario. En Irán, Ahmadinajad, por su parte, declaró que “la homosexualidad va en contra de la naturaleza humana” (20).
Si, en el caso boliviano, la alianza con Irán sorprende, es porque Evo Morales, que reivindica su origen aymara, siempre defendió el derecho de las minorías, a diferencia de Ahmadinajad. Este último favoreció la represión política de las minorías étnicas de las provincias periféricas del país, acusadas de desestabilizarlo. En Irán, los kurdos, los árabes, los turkmenos, los azeríes, los baluchis y las demás minorías no persas constituyen cerca de la mitad de la población. Algunos, como la minoría proveniente de Baluchistán, tienen, sin embargo, una esperanza de vida y una tasa de alfabetización muy inferiores al promedio.
En el ámbito del derecho de los trabajadores, aparece una contradicción del mismo orden. En América Latina los gobiernos de izquierda han trabajado –en grados diversos– para mejorar las condiciones de trabajo y para el reconocimiento de los derechos de los trabajadores. Lula da Silva y Morales provienen ambos directamente de organizaciones sindicales progresistas. En Irán, el gobierno mantiene una relación más conflictiva con los movimientos sociales y los sindicatos. Así, cuando los conductores de ómnibus de Teherán hicieron huelga para denunciar sus condiciones de trabajo, las fuerzas de seguridad iraníes detuvieron a una buena cantidad de ellos, suscitando la protesta de los trabajadores brasileños ante la Cámara de Comercio Brasileño-Iraní, el 23 de marzo de 2009.
En el plano geopolítico resulta lógico que la “alianza” de circunstancias entre Irán y América Latina esté atravesada por contradicciones políticas que podrían poner en peligro su profundización. Una América Latina que trata de arrojar luz sobre los crímenes de las dictaduras que sufrió entre los años 60 y 80 ve de mala manera la forma en que Irán trata a sus opositores. Por ejemplo, después del cuestionamiento de la votación de 2009 miles de manifestantes fueron encarcelados. Es corriente que en Teherán reuniones pacifistas de disidentes o de mujeres sean violentamente reprimidas.
De la misma manera, las declaraciones de Ahmadinajad sobre el Holocausto exasperan en América. El 22 de noviembre de 2009, cuando el Presidente iraní fue a Brasil en visita oficial, militantes homosexuales, representantes de la comunidad judía y sobrevivientes de la deportación se reunieron para protestar en la playa de Ipanema, en Río de Janeiro. Peor aún: las expresiones del dirigente iraní suministraron útiles municiones a la oposición venezolana, permitiéndole sugerir que, al estrechar la mano de su homólogo iraní, Chávez era, “él también”, antisemita.
Sin embargo, nadie se pregunta sobre el hecho de saber si, cuando Barack Obama estrecha la mano del presidente Lula y lo califica como el “dirigente político más popular de la Tierra” (21), demuestra con eso que apoya la política brasileña de prohibición de la interrupción voluntaria del embarazo. ¿No habría una cierta ingenuidad en sorprenderse del hecho de que los gobiernos de izquierda puedan considerar necesario acercarse a países cuyos dirigentes no comparten su visión del mundo? En este ámbito, siempre ha prevalecido el pragmatismo. Tanto se trate de los vínculos entre la Unión Soviética y los países árabes que diezmaban a los comunistas, de aquellos que unieron la China de Mao con el Chile de Pinochet o de la alianza que sigue vinculando a Estados Unidos con Arabia Saudita. La frase de Lord Palmerston, primer ministro de la Reina Victoria (de 1855 a 1858 y de 1859 a 1865) se aplica probablemente a pocos ámbitos mejor que a las relaciones internacionales: “No tengo amigos, no tengo enemigos, sólo tengo intereses”.
Nikolas Kozloff
Le Monde Diplomatique (Bolivia)
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