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EN RECONSTRUCCIÓN
jueves, 26 de abril de 2012
Pisotear a los pobres, un 'método corporativo'
Inspirados por aquello que el gobernador del Banco de la Reserva Federal de EE. UU., Alan Greenspan, definiera elocuentemente como “exuberancia irracional”, la búsqueda por el capitalismo destructivo de materias primas en todos los rincones del mundo demuestra la manera en que pueblos originarios tecnológicamente subdesarrollados y poblaciones locales empobrecidas forman el eslabón más débil de la compleja cadena de poder que abarca al planeta entero. Sin lugar a dudas, Latinoamérica es una de las regiones donde poderosas corporaciones privadas, apoyadas por los gobiernos –tanto los propios en sus países de origen como los gobiernos títeres locales– han pisoteado a los pueblos originarios y locales. La realidad nos indica que el Poder –o sea, la capacidad para hacer ciertas cosas, más allá de la resistencia que se le pueda interponer– ha quedado fundamentalmente privatizado a nivel mundial. De tal forma que cuando las grandes corporaciones transnacionales privadas deciden apropiarse de tierras ricas en recursos, utilizarán todos los métodos –modernos y primitivos– para lograr sus objetivos. Así ocurre, por ejemplo, con los indígenas de la tribu de los Awá en plena selva amazónica brasileña, rica en forestación, donde las grandes empresas madereras simplemente los cazan hasta su casi total exterminio. Para la tribu Awá, la “democracia”, la “economía de mercado” y los “derechos humanos” de corte occidental, han significado un aniquilamiento tan completo que, como informaba el 22 de abril el periódico londinense 'The Guardian', hoy sólo queden 355 miembros de los Awá. ¡Toda la tribu cabría dentro de una aeronave comercial moderna! Ese es el resultado de las acciones de la industria de maderera y del papel, que han irrumpido en la selva amazónica brasileña para apropiarse de sus árboles. Recordando la película 'Avatar', estas corporaciones utilizan fuertes ejércitos de pistoleros; una suerte de “soldados de fortuna”, para apresar y matar a todos aquellos –habitante originario o humilde poblador local– que no hayan comprendido los beneficios de "la economía de mercado". ¿Cómo es que este caso en particular llegó a los multimedios occidentales? Pues resulta que una ONG llamada 'Survival International' hace campaña en defensa de los Awá apoyados por el actor británico Colin Firth. Sin duda, eso es algo positivo pero, ¿qué hay de las otras miles de tribus y pueblos pobres sin voz en todo el mundo que no han tenido la suerte de que un actor ganador de un Oscar se interese por ellos? ¿Será que la ayuda que esta ONG británica le da a una tribu perdida en el Amazonas sirve para acallar la mala conciencia de gobernantes, empresarios y habitantes en Occidente? De ser así, magra ayuda resulta para los sufrientes miles de pueblos originarios y millones de empobrecidos en todas partes del mundo… 'The Guardian' explica que la mala suerte de los Awá empezó a principios de los años ochenta, cuando la entonces Comunidad Económica Europea y el Banco Mundial promovieron y financiaron proyectos de extracción masiva de mineral del hierro en la Amazonia brasilera. Eso forzó la “apertura” de las tierras Awá a los ferrocarriles, las carreteras y la minería. A medida que las corporaciones hambrientas de colosales utilidades fueron avanzando sobre la cadena alimentaria de recursos en esa región, hoy le toca apropiarse de la forestación, de ahí que las empresas madereras hayan reclutado a sus pistoleros para que hagan el trabajo sucio de “controlar” a los Awá. Al investigar su espantosa situación, la Fundación Nacional de indígenas del Brasil (Funai) dijo “no atreverse a detener a las madereras que casi seguramente andan armados”. Esta, en verdad, ha sido una de las misiones clave del Banco Mundial a lo largo de los últimos treinta años: asegurar que docenas de países débiles en todo el mundo sancionen legislación que favorezca los intereses de las empresas mineras, haciendo que sus procesos industriales altamente contaminantes sean “legales” a nivel local. El Banco Mundial es solo una de las herramientas clave que el poderoso mundo de las corporaciones utiliza para controlar a gobiernos nacionales. Otro ejemplo lo encontramos en el comportamiento rapaz de la gigante minera canadiense Barrick Gold, que viene generando gran cantidad de protestas entre grupos de pueblos originarios y poblaciones locales en Argentina y Chile, que han visto sus medios de sustentación amenazados y sus estilos de vida puestos patas para arriba por las técnicas de minería a cielo abierto que utilizan dinamita y el altamente venenoso cianuro en sus procesos industriales. Así terminan matando animales, vida silvestre y personas. Las corporaciones de mega-minería presionaron a los gobiernos de Chile y Argentina para que sancionaran leyes –y en el 2000 para que suscribieran un Tratado– que otorgan a multinacionales como Barrick una total autonomía, equivalente a soberanía territorial, sobre enormes extensiones de territorio para que puedan explorar y explotar el oro de las montañas de Los Andes. La legislación en cuestión se orienta a “facilitar las acciones de inversores en el desarrollo de la minería comercial… con el uso de todo tipo de recurso naturales, insumos e infraestructura…” La clave que permite comprender cómo es que estas empresas se salen con la suya, la hallamos observando la relación altamente asimétrica existente entre el super-poderoso mundo de las corporaciones privadas, cuyo único objetivo consiste en maximizar sus ganancias, y las cada vez más débiles instituciones públicas gobernantes que no pueden -o no quieren- defender el Interés Común de sus poblaciones locales. En verdad, esto forma parte integral del proceso estratégico de explotación de esas corporaciones gigantes, lo que incluye ejercer control determinante sobre las autoridades locales en cada país. De esa manera logran que se sancione legislación que promueva sus intereses (o que se bloquee legislación que pretenda limitar esos intereses), asegurándose luego de que se ejerzan pocos o nulos controles. Un buen (mejor dicho, ¡un mal!) ejemplo de esto que decimos, es el caso del gobernador de la provincia argentina de La Rioja, Beder Herrera, quien antes de ser elegido gobernador se dedicaba a organizar manifestaciones públicas contra la Barrick Gold. Esto lo hizo muy popular en su provincia, logrando luego ser elegido gobernador, momento a partir del cual pareció que Herrera “viera la luz”, pues negoció con la Barrick, se retrajo de todo lo que había dicho y hecho, y hoy avala incondicionalmente a Barrick y a sus pistoleros contra los Grupos de Asambleas Ciudadanas por la Vida. Herrera incluso ha ilegalizado ciertas manifestaciones contra Barrick. Peor aún, sin embargo, es el caso de la Ley de Protección de Glaciares en Argentina (Ley No. 26.639), originalmente promovida por el gobierno de la presidente Cristina Kirchner, que prohíbe el uso de contaminantes como el cianuro en áreas aledañas y debajo de nuestros glaciares andinos. Después de que la presidente Kirchner fuera invitada a Toronto en 2009 a almorzar con Peter Munk, CEO de Barrick, parece que Cristina también “vio la luz”, de manera que cuando el proyecto de ley llegó a su despacho, ella inmediatamente lo vetó. Así las cosas, para entender por qué razón los pobres e indefensos de este mundo son obligados a ser siempre pobres e indefensos, es preciso comprender cómo funciona realmente el Sistema de Poder Global actual. Los Dueños del Poder Global se imponen sistemáticamente sobre gobiernos débiles a los que fácilmente neutralizan, o invitan a sus funcionarios a que “se unan y asocien” con las grandes corporaciones o, si se resisten, simplemente se los expulsa del poder a través de un amplio abanico de métodos: desde la consabida orquestación de golpes militares y financieros, pasando por los operativos multiediáticos, hasta las complejas insurrecciones populares ingenierizadas hoy en Medio Oriente (eufemísticamente llamada 'Primavera Árabe'). Todo esto nos recuerda que el mundo actual no se rige ni por las “leyes internacionales”, ni por la búsqueda del “bien común” de los pueblos, o –¡ni mucho menos!– por "la democracia". No, no: ¡el mundo de hoy se rige por el Poder! Y el Poder opera según una Ley de Hierro que nos dice lo siguiente: Que quienes detentan poder lo utilizan para promover sus intereses y objetivos, mientras que quienes detentan poco o nada de poder, no tienen otra opción que sufrir las consecuencias de las acciones de quienes sí detentan poder para promover sus objetives e intereses. Así de simple; así de terrible… El lector nos podrá decir: “De acuerdo, pero el mundo siempre fue así desde el principio de los tiempos…” Quizás tenga razón, pero jamás en la historia de la humanidad se ha ejercido tanta violencia con la insolente hipocresía que hoy observamos. En el pasado, al menos los grandes imperios invadían, explotaban y colonizaban a las naciones débiles de una manera abierta, lo que permitía a los vencidos saber muy bien quienes eran sus enemigos. Hoy, sin embargo, la compleja estructura del poder imperial exige que creamos que son ellos quienes promueven los “derechos humanos”, "la libertad" y "la democracia”. En materia de explotación, cuanto más cambian las cosas, más siguen siendo iguales… Adrian Salbuchi para RT Adrian Salbuchi es analista político, autor, conferenciante y comentarista de radio y TV en Argentina. Adrian Salbuchi
Quizás usted crea que hemos progresado mucho desde la época en el siglo XVIII en que esclavistas holandeses e ingleses arreaban con su 'materia prima' (hombres y mujeres aptos para trabajar) en las selvas de África, y se los llevaban encadenados en barcos a los 'mercados' esclavistas en Norte, Centro y Sudamérica. Pero si lo miramos más de cerca, veremos que en realidad todo ha cambiado para que todo siga igual… En Asia, África, Oceanía o las Américas, vemos el terrible destino de los pueblos originarios cuyas tierras ancestrales estuvieron primero en el camino de ferrocarriles, pueblos y ciudades, y luego en el camino de la expoliación sin límites de multinacionales de la minería, el petróleo y la madera. Una y otra vez los pobres e indefensos son empujados a un lado, y sus tierras ricas en recursos manoteadas, a menudo al precio de su destrucción física.
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