EN RECONSTRUCCIÓN

jueves, 11 de agosto de 2011

“Conmoción y pavor” en EE.UU. por ataque de los talibanes


Hay que hablar de un doble golpe. No bastó con que Standard & Poor's rebajara la calificación crediticia de EE.UU.; con una sincronización impecable, y aparentemente de un solo tiro, los talibanes en Afganistán rebajaron simultáneamente el valor de la colosal maquinaria bélica del imperio.

Por mucho que la elite del poder de EE.UU. se niegue a aceptar que su crisis financiera fue causada por años de recortes tributarios de George W Bush para los ricos y las mega-corporaciones, masivos rescates de bancos y compañías aseguradoras y astronómicos gastos militares en las declinaciones del Pentágono de La Guerra Prolongada, la elite también se negará a reconocer que la “nueva” estrategia de la guerra en Afganistán también es un fracaso.

Chinook derribado

El ruido de ese helicóptero de transporte Chinook CH-47 derribado por una granada propulsada por cohete (RPG) en la provincia Wardak, al sudoeste de Kabul, el viernes, matando a 38 personas –incluidos 19 SEAL (tropas especiales) de la Armada de EE.UU. y siete comandos afganos– fue el sonido digital a full del imperio conmocionado e intimidado hasta la incredulidad; no importa cuántos esfuerzos haga el Pentágono por ordenar prácticamente a los medios que “no den demasiada importancia” al derribo.

Wardak –junto con la vecina Logar– es ahora un terreno de primera de "Talibanistán". Están arraigados, conocen el terreno en detalle e incluso tienen tiempo para preparar operaciones complejas. Aparte de todo, los talibanes están “logrando progreso” (jerga del Pentágono) no solo en su pericia en las relaciones públicas y en la adaptación de nuevas armas al campo de batalla, sino también en la mecánica de dar un importante golpe psicológico a las fuerzas ocupantes occidentales.

Los SEAL forman parte de una enorme fuerza de tareas de 10.000 hombres del Comando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC, por sus siglas en inglés), basada en Afganistán, que ha participado hasta en 70 incursiones diarias en AfPak, capturando –según el relato del Pentágono– a 2.900 “insurgentes” y matando a más de 800 entre abril y julio. El alcance global del JSOC se analizó en un artículo de Nick Turse (vea Rebelión del 7 de agosto “Una guerra secreta en 120 países”)

Los SEAL muertos en Wardak formaban parte de la misma unidad, el Equipo 6, involucrada en el ataque a Abbottabad que mató al líder de al-Qaida, Osama bin Laden, a principios de mayo. Pero en lugar de volar en uno de los helicópteros ‘ocultos’ de última tecnología del 160 Regimiento de Operaciones Especiales de Aviación del ejército, los SEAL en Wardak formaban parte de una operación de rescate, y viajaban en un Chinook corriente de la Guardia Nacional.

Mientras despegaban, cayeron en una trampa de los talibanes y fueron alcanzados por una RPG –lo que el detallista blog Danger Room en el sitio en la web Wired identificó como un obús con apoyo improvisado de mortero (IRAM)- que llevaba una ojiva mayor que una RPG disparada desde el hombro.

Según el portavoz talibán Zabiullah Mujahid, fue ciertamente “un arma similar a una RPG… y estamos tratando de conseguir más”.

Por lo tanto, suponiendo que el IRAM –que ha emigrado de los campos de batalla iraquíes– es ahora también un protagonista en Afganistán, podría calificarse de retorno de un remix del Stinger; durante los años ochenta en la yihad afgana contra la Unión Soviética, fue un importante factor que cambió las reglas del juego cuando EE.UU. suministró cientos de letales Stinger a los muyahidines, causando estragos entre los helicópteros del poderoso Ejército Rojo.

Una comparación minuciosa entre las operaciones de Abbottabad y de Wardak podrá causar mucho asombro –aparte de reventar el mito de los SEAL de la Armada como formidables cazadores-asesinos invencibles-. En Abbottabad, mientras se entregaba una versión tras otra del ataque a los medios, finalmente se estableció que un helicóptero ‘oculto’ simplemente “se estrelló”. Nadie sabe si fue un error del piloto o si dispararon al helicóptero.

El hecho es que la “caída” dejó una sección de cola intacta del helicóptero ‘oculto’ dentro del complejo, esa sección de cola que hizo que el Pentágono temiera que podría ser “vendida” por los paquistaníes a los chinos. Va un poco lejos si se llega a creer que la caída no causó víctimas, como hacen creer el Pentágono y la Casa Blanca.

Y como la narrativa del ataque a bin Laden se modificó una y otra vez, las mentes febriles ya vinculan a esas víctimas con las bajas de Wardak, implicando que los SEAL que realmente murieron en la caída en Abbottabad "volvieron a morir" en Wardak. No ayuda en nada que las versiones iniciales del ataque de Wardak (posteriormente corregidas o modificadas) identificaran a los SEAL como los mismos que participaron en el ataque para “matar a Osama”.

Pásame el joystick

Después del ataque de Wardak, el nuevo jefe del Pentágono apareció con el usual discurso en Afganistán de “mantener el curso”, mientras los medios corporativos regurgitaban que “se programa que todas las tropas de combate extranjeras se irán antes de finales de 2014”, mientras todos saben que el Pentágono nunca dará la vuelta, morirá y aceptará ese tipo de salida.

Lo que hizo Wardak es reforzar la idea del Pentágono de que el gobierno de Kabul carece totalmente de preparación para mantener la seguridad en todo el país, sin que importe el hecho de que la mayoría de los afganos quiere que los extranjeros se vayan para siempre. Mientras la Casa Blanca y el Pentágono cantan su versión en remix de Should I Stay or Should I Go [Me quedo o me voy] de The Clash, todo lo que tienen que hacer los talibanes es esperar pacientemente, en silencio (odian la música pop). Saben que el hecho de que Kabul se haga cargo de la seguridad nacional solo reforzará su posición estratégica.

Es sorprendente (o tal vez no lo sea) que la elite del poder de Washington simplemente no se dé cuenta de que el imperio fue despiadadamente degradado por los talibanes durante el último mes. Los talibanes mataron al hermanastro del presidente Hamid Karzai, señor de la droga y agente de la CIA, Ahmad Wali. Mataron gente en su funeral. Mataron al jefe de relaciones tribales de Karzai y a un miembro del Parlamento. Y mataron al alcalde de Kandahar, Ghulam Hamidi.

No hace mucho –en el otoño de 2010– se hablaba de que EE.UU y la OTAN se ocuparían de Kandahar en una gran ofensiva de contrainsurgencia y que ganarían para siempre la guerra contra los talibanes.

Ahora han dejado de lado esa afirmación debido a los hechos en el terreno. Sin embargo, su artista conceptual –de manera típica para Washington– ha sido pateado hacia arriba. En Iraq, el general David Petraeus presentó un truco de ilusionista y convenció a todos en Washington de que su ofensiva de ‘oleada’ y contrainsurgencia de 2007 fue un éxito.

En Afganistán, a Petraeus le cayó una roca del Hindu Kush en la cabeza. En todo caso fue promovido a jefe de la CIA, de manera que otros serán los culpables. Y mientras caen más Chinook en Afganistán, por lo menos se podrá divertir con el joystick, concentrándose juguetonamente en atacar a muerte con drones las áreas tribales de Pakistán

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