El 21 de Octubre pasado, los militares hondureños celebraron su día. En esta ocasión, la festividad fue sencilla, sin fanfarrias y estruendos, como cuidándose de la acusación directa del soberano por su nefasta y desastrosa actuación en los acontecimientos del 28 de Junio 2009. Se dedicaron a la realización de brigadas medicas, que si bien son bienvenidas, no resuelven la difícil situación de salud que padecemos los hondureños, es decir, quisieron hacer el bien, para recibir la aceptación popular que habían logrado y que en “un abrir y cerrar de ojos”, tiraron por la borda, violentando la Constitución.Ya los militares habían salido de la escena política, desde que Álvarez Martínez, aplico con ellos, la estrategia de la Seguridad Nacional durante el periodo de la década perdida, y se acuartelaron para observar los acontecimientos y planificar su retorno con la beligerancia necesaria para detentar el poder que proporciona riqueza, privilegios y canonjías para los altos jerarcas de la institución castrense.
Posteriormente a la festividad, escuchamos la argumentación de un periodista reaccionario y golpista de uno de los tantos programas televisivos, en defensa de las Fuerzas Armadas, poniéndolos como los salvadores de la nación, como mirlos blancos, sin macula y sin tacha, obnubilando los hechos sangrientos cometidos durante la asonada en la que murieron algunos hondureños y se persiguió, torturo, encarcelaron y desaparecieron a otros.
Comprendemos que a este dizque comunicador, como otros, no les importa el derecho a la vida de los ciudadanos, además de que sus cuentas bancarias están repletas de dinero porque siempre han sido venales y amantes de la riqueza, la que persiguen a como dé lugar, no importando su dignidad, honradez, autoestima y valores morales. El pueblo ya los conoce, por lo que sus programas han perdido auditorio por las mentiras y monstruosidades que a diario presentan en la pantalla.
Comprendemos que a este dizque comunicador, como otros, no les importa el derecho a la vida de los ciudadanos, además de que sus cuentas bancarias están repletas de dinero porque siempre han sido venales y amantes de la riqueza, la que persiguen a como dé lugar, no importando su dignidad, honradez, autoestima y valores morales. El pueblo ya los conoce, por lo que sus programas han perdido auditorio por las mentiras y monstruosidades que a diario presentan en la pantalla.
Naturalmente, que los criterios de esta gente no tiene nada que ver con la realidad, por lo que cuando expresan opiniones, hay que pensar lo contrario de las mismas.
En lo concerniente a las Fuerzas Armadas, no se puede “tapar el sol con un dedo” y, por muy atrasado e ignorante que sea el hondureño, jamás se tragaran los argumentos que tratan de enaltecerlos y presentarlos como salvadores de la patria a la que nunca han amado y respetado.
Nuestra posición al respecto, que coincide con la del pueblo, es que los militares y la policía, son cuerpos represivos del Estado, que existen para defender los intereses de los que dirigen a los gobiernos que son miembros reconocidos de la burguesía o empresa privada, que controlan a los partidos políticos, candidatos y a los mandatarios que deben cumplir a “pie juntilla”, los designios y planes de tal poder factico, que medra a la sombra de todos los gobiernos y gobernantes. Por esta razón, es que se convirtieron en títeres de una elite.
No es cierta la tesis, esgrimida por algunos politólogos y especialistas en cuestiones militares, que las Fuerzas Armadas habían cambiado y, que, los civiles les ganaron la partida cuando se sumergieron en los cuarteles.Nada que ver. Sencillamente era una técnica de agazaparse como el tigre, para después caerle a la fuerza con fuerza y con la ventaja de la sorpresa.
En lo concerniente a las Fuerzas Armadas, no se puede “tapar el sol con un dedo” y, por muy atrasado e ignorante que sea el hondureño, jamás se tragaran los argumentos que tratan de enaltecerlos y presentarlos como salvadores de la patria a la que nunca han amado y respetado.
Nuestra posición al respecto, que coincide con la del pueblo, es que los militares y la policía, son cuerpos represivos del Estado, que existen para defender los intereses de los que dirigen a los gobiernos que son miembros reconocidos de la burguesía o empresa privada, que controlan a los partidos políticos, candidatos y a los mandatarios que deben cumplir a “pie juntilla”, los designios y planes de tal poder factico, que medra a la sombra de todos los gobiernos y gobernantes. Por esta razón, es que se convirtieron en títeres de una elite.
No es cierta la tesis, esgrimida por algunos politólogos y especialistas en cuestiones militares, que las Fuerzas Armadas habían cambiado y, que, los civiles les ganaron la partida cuando se sumergieron en los cuarteles.Nada que ver. Sencillamente era una técnica de agazaparse como el tigre, para después caerle a la fuerza con fuerza y con la ventaja de la sorpresa.
Como perdieron fuerza, por la profunda corrupción en la que cayeron y la campaña del Presidente Carlos Roberto Reina porque regresaran a sus barracas, comprendieron que necesitaban cierto tiempo y espacio para acumular fuerzas y volver a las andadas. Hicieron labores ecológicas, brigadas de salud, resguardar los procesos electorales, asistir al gobierno cuando surgían los paros del transporte, todo para ganarse la voluntad del ciudadano y que se confiara y se olvidara su papel represivo, torturador y asesino. Demás está decir, que desempeñaron perfectamente su papel de camaleones y poco a poco fueron copando posiciones claves de asesores y gerentes, como en el caso de la ENEE en el reciente gobierno de Mel Zelaya.
Es más, el Jefe de las Fuerzas Armadas en ese periodo, el General Romeo Vásquez Velásquez no se apartaba del Presidente Manuel Zelaya Rosales, casi “comían en el mismo plato”, aparecía en todas las comparecencias presidenciales, ganándose de esa manera la amistad y confianza del mandatario, a tal grado, que nadie pensaba en un golpe de estado contra Mel Zelaya por tal cercanía con el General. Pero, los acontecimientos venideros pondrían en su lugar a Romeo Vásquez, como un intrigante y traidor.
Es más, el Jefe de las Fuerzas Armadas en ese periodo, el General Romeo Vásquez Velásquez no se apartaba del Presidente Manuel Zelaya Rosales, casi “comían en el mismo plato”, aparecía en todas las comparecencias presidenciales, ganándose de esa manera la amistad y confianza del mandatario, a tal grado, que nadie pensaba en un golpe de estado contra Mel Zelaya por tal cercanía con el General. Pero, los acontecimientos venideros pondrían en su lugar a Romeo Vásquez, como un intrigante y traidor.
Lo que se ha dado en llamar el Poder Factico, aliado con el mediático, constituyeron una elite golpista, apoyada por republicanos servidores de George W. Bush, y dieron a las FFAA el papel de instrumentos para la ejecución del mismo, con condiciones de pago muy halagadoras y sustanciosas para el General Romeo Vásquez y la Junta de Comandantes. De esta manera, los uniformados tiraron por la borda la lealtad, honor y sacrificio y se convirtieron en traidores a la patria al violentar la Constitución de la Republica y defenestrar al Presidente Constitucional de Honduras. Paralelamente, obedeciendo al Plan de la Elite, pusieron de sustituto a Micheletti Bain, político de tendencias fascistas y contrarrevolucionarias, quien al pie de la letra instauro un gobierno de facto que duro siete meses, en el que se violaron las leyes de expresión del pensamiento, movilización, inviolabilidad del domicilio y la persecución de los opositores que se organizaron en un poderoso movimiento de Resistencia Nacional.
Los militares abusaron del poder de las armas, asesinando jóvenes, violando mujeres en las montañas de El Paraíso, cercanas a la frontera con Nicaragua, persiguiendo, torturando, desapareciendo y amenazando al pueblo que se opuso y continua oponiéndose al salvajismo de los militares y la policía. Estos militares deben ser juzgados y encarcelados por los delitos de traición a la patria y por los crímenes de lesa humanidad, al igual que separados de los cargos que ocupan actualmente. Por ello, el pueblo no podía celebrar el 21 de Octubre, día dedicado a las FFAA por la brutalidad y maledicencia con la que actuaron. Por el contrario, hay que denunciarlos y condenarlos por sus crímenes.
Los militares abusaron del poder de las armas, asesinando jóvenes, violando mujeres en las montañas de El Paraíso, cercanas a la frontera con Nicaragua, persiguiendo, torturando, desapareciendo y amenazando al pueblo que se opuso y continua oponiéndose al salvajismo de los militares y la policía. Estos militares deben ser juzgados y encarcelados por los delitos de traición a la patria y por los crímenes de lesa humanidad, al igual que separados de los cargos que ocupan actualmente. Por ello, el pueblo no podía celebrar el 21 de Octubre, día dedicado a las FFAA por la brutalidad y maledicencia con la que actuaron. Por el contrario, hay que denunciarlos y condenarlos por sus crímenes.
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