EN RECONSTRUCCIÓN

sábado, 4 de septiembre de 2010

Editorial Septiembre 2010

A propósito de supuestos conflictos y verdaderas crisis existenciales
Resiste, por tanto existe

Es preciso hablar en términos por demás usuales -¡siempre!-, particularmente cuando, como ahora, nos ocupa un tema constante (contante y sonante) en los medios electrónicos e impresos de derecha, ultra derecha, y de la mega-ultra. Ante el bombardeo “informativo” por televisión, radio, prensa escrita y libros por encargo, todo lo cual responde evidentemente a la labor de “reporteros”, “comunicadores”, “analistas” e “investigadores” a sueldo, remunerados suficientemente bien como para mantener una campaña, durante meses y meses, dedicada a producir la “información” que nutra el surgimiento de una corriente en la opinión pública no sólo inclinada hacia un lado de la balanza, sino en definitiva diseñada, planificada, financiada y concretada para servir a ese propósito.

Y, ¡qué difícil se torna aquello de la claridad cuando uno sabe y no está dispuesto a renunciar al conocimiento, cuando se nos ha condicionado a responder de cierto modo ante determinados estímulos! ¿Quién se enfrenta al televisor como a un enemigo, quién resiste la sensualidad de las presentadoras o la simpatía de los conductores, qué porcentaje de los públicos cautivos? En fin, el punto es la muerte y sobrevivencia de unos mexicanos en el campamento de una de las guerrillas –la más mala-malísima, vale advertir- de las varias que hay en Colombia, pero en territorio de Ecuador y, para no variar, a la sombra de la cooperación del buenérrimo país que, gobernado por negro o por blanco, demócrata o republicano, está llamado por Dios a proteger al resto de la insulsa humanidad (evidentemente, Estados Unidos).
Ante esta maraña de sobrentendidos, lugares comunes, prejuicios e imposición de cánones ideológicos que obedecen a activos intereses económico-políticos, es decir –so pena de encuadrar en el consabido arcaísmo cavernícola en el que se quiso aprisionar a Marx- intereses de clase, la precisión conviene para ir delimitando los terrenos de la lucha.

Los países de América Latina, con diversos matices, no han podido liberarse de la sujeción y el dominio para el saqueo al que los ha sometido Europa, Estados Unidos, o ambos. No se trata de un resentimiento congénito ni de una maldad intrínseca en contra de esos bloques o de sus culturas, pues en gran medida contribuimos a consolidarlas y las reclamamos también como elemento integrante –uno más, nada menos- de lo que somos.

Se trata, pues, de apreciar el desarrollo histórico del sistema de producción capitalista, su nacimiento y auge en el ámbito euroestadounidense, su necesidad de explotar a seres humanos y recursos vastos y diversos más allá de sus fronteras…, y de la inconveniencia, para los subdesarrollantes, de que los subdesarrollados cobremos la mínima conciencia de dónde estamos, hacia dónde nos quieren llevar y hasta dónde debemos ir en la transformación de éste en un mundo cada vez más humano.
¿Qué relación hay entre lo anterior y el bombardeo, tan avanzado tecnológicamente, contra la treintena de malaentrañas que permanecía en un campamento guerrillero, a mitad de la selva, del lado ecuatoriano? En principio, se ha vendido, a precio de ganga, la idea de que el conflicto internacional atañe a las nacionalidades y los pueblos, entendidos estos como las mujeres y hombres sinceros y sencillos de Ecuador, Colombia y México; y se ha adquirido la superficial y terrible costumbre de mirarnos con recelo, y de asumir como propias las versiones de prensa, basadas en las “inteligencias extranjeras”.

-Nuevos paradigmas: Traición, mentira, delación.



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