Crónicas desde Venezuela [01]
por Alejandro Marín
por Alejandro Marín
Al despegar el avión hacia Caracas, Judith brindó unas lágrimas de alegría contenida desde varios ayeres. Unas lágrimas de salud, de esperanza familiar, de abrazo prometido a su patria. Por fin tener al alcance su firme tierra natal. El calor materno de quién ha sido su amiga y complice, su mentora, Maritza, su madre.
Al borde del llanto y con una tristeza añeja, me pareció entender que en realidad correspondía a otros años y yo era el destapador de sentimientos enterrados en ambos corazones. Papá y Mamá inciertos, me despidieron con mucho amor en sus manos y me hacían sentir que yo era agua que me les escurría entre sus dedos sin poder atajarme. Ninguno de mis hermanos había ido tan lejos, creo que fue lo que sus silencios dijeron. Por momentos me sentí en un funeral dónde el despedido era yo. Tantos abrazos y caras tristes y alegres. Aby Carlos Xcaret, Paco Concha Edwin Viridiana. La familia que me dió herramientas para reparar alas, para engrasar rodillas y tobillos, para sostener columnas vertebrales.
Afortunadamente el apetito de Carlos nos salvó del hambre ya que no habíamos comido debido a las premuras y tardanzas de unas maletas que no se dejaban finalmente cerrar. A él se le ocurrió la brillante y estupenda idea de preparar unos sandwiches de jamón y llevarlos hasta el aeropuerto. Cuando estábamos a punto de entrar a uno de esos restaurantes del aeropuerto nos encontramos a Aby con esos panes redentores. Ella iba carreolando a Xcaretita. Carlos a lado de ellas cargando las pañaleras.
Jhon ya hacía 20 minutos que nos había dejado en la zona de salidas internacionales luego de que el buen Manu le ordenara que nos llevara hasta allá en su camioneta. Un buen paro. En la camioneta ibamos inquietos porque el viaducto, ruta para llegar al aeropuerto, estaba hasta la madre y casi parado el tráfico. Avanzamos poco a poco hasta llegar a la desviación que llevaba para la puerta 2, esa nueva construcción vial desvaneció el retraso que llevábamos. Un puente larguísimo que atravesando el aeropuerto por encima de los aviones estacionados nos condujo directamente hasta la puerta 2 de salidas internacionales.
El buen César también se fue con nosotros en la camioneta. Se había desaparecido por algunos meses pero reapareció el último día para acompañarnos hasta el aeropuerto.
El Manu llegó un día antes a Vertiz, ya estaban ahí Ramiro y Aletia (la chacuila), llegó con el Jhon, la Jaz, su nuevo novio, y dos botellas de tequila. A Judith, un poco estresada y en medio de un tratamiento con antibiótico, le dio gusto que llegaran los amigos y no tanto que llegaran con tequila. Decía que habíamos estado muchos días antes esperándolos y porqué tenían que llegar precisamente unas horas antes de tomar el vuelo toda vez que no habíamos terminado ni de recoger las cosas ni de arreglar la casa ¡ni de armar las maletas!
hola alejandro felizidade4s man un abraxo para todosd soy andresv
ResponderEliminarhola Alejandro,
ResponderEliminarFeliz año nuevo para ambos, me da gusto saber de ti y tambien que no pierdes el toque escribiendo.
un abrazo... ari