Morelia, Michoacán, México, 16 de septiembre. Justo a las 23:10, cuando el gobernador de esta entidad, Leonel Godoy Rangel, concluía las arengas patrióticas ante más de 18 mil personas que colmaban el primer cuadro de Morelia, en la plaza Melchor Ocampo y sobre la avenida Madero, dos granadas de fragmentación estallaron de manera casi simultánea entre la multitud dejando un saldo de siete muertos y 132 lesionados.
Uno de los estallidos ocurrió a menos de 50 metros de donde el mandatario estatal encabezaba la ceremonia del Grito de Independencia; la otra granada explotó a cuatro calles del palacio de gobierno, en el cruce de la avenida Madero con la calle Quintana Roo. Las explosiones ocurrieron en el momento en que las campanas de palacio y de catedral tañían al unísono.
Desde el balcón central de la sede del gobierno del estado, Godoy Rangel pudo observar que la confusión y el pánico se apoderaban de un grupo de asistentes al acto, mismos que se localizaban en la plaza Melchor Ocampo. Al mismo tiempo, a cuatro calles de distancia, otra granada hizo explosión.
Instantes después de los estallidos los cuerpos de seguridad y auxilio se movilizaron. El gobernador aún sostenía la enseña nacional en las manos. Instantes después, el comandante de la 21 Zona Militar, general Jesús Ballesteros Topete, le dijo a Godoy: “Se trata de granadas de fragmentación”.
En la plaza Melchor Ocampo, los paramédicos y policías estatales prestaban ayuda a decenas de heridos, a los cuales la explosión atrapó entre las jardineras del lugar. En esos momentos, según versiones oficiales, algunos testigos aseguraron que un presunto atacante, descrito como “un hombre de complexión robusta que vestía de negro”, había dejado rodar una granada, y que tras lo sucedido pidió: “Perdónenos, pero esto es necesario”.
Mientras los paramédicos recogían los cuerpos de heridos y muertos, al interior de los salones de la sede del Ejecutivo estatal las versiones chocaban entre sí; primero se hablaba de una persona fallecida, sin embargo, el saldo final fue de siete muertos y 132 heridos.
Luego de los estallidos surgieron falsas versiones de que en distintos puntos de la capital michoacana militares o policías sostenían “enfrentamientos” con grupos del crimen organizado. Entre esas especies se mencionó que había “balaceras” en las salidas a Quiroga y a Charo; “amenazas de bomba” en ocho centros nocturnos; camionetas tiroteadas afuera de discotecas, así como otros supuestos ataques con granadas en la plaza de la Bandera Monumental o en el monumento al Pípila.
Estas versiones provocaron que bares y discotecas fueran desalojados y la ciudad quedara durante toda la madrugada en virtual estado de sitio; centenares de militares se desplegaron en toda la ciudad. En los accesos a Morelia se instalaron retenes con el afán de ubicar y detener a los responsables de estos hechos.
En tanto, Godoy Rangel se mantuvo en reunión permanente con los integrantes de su gabinete de seguridad, ya que se habían recibido amenazas de posibles atentados en municipios como Lázaro Cárdenas y Huetamo.
El ataque perpetrado la noche del Grito provocó que se suspendiera el desfile militar ante el temor de nuevas agresiones. Las principales calles de la ciudad fueron patrulladas por el Ejército; las zonas donde ocurrieron las explosiones quedaron cercadas, y fue hasta después del mediodía que los michoacanos se animaron a salir de sus casas para recorrer algunos sitios del centro, como la catedral y los portales.
Fuente: La Jornada Michoacán (México)
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